Por supuesto que me duelen tus manos
y se me hacen un nudo en la garganta
tus congojas y tus penas. Y sano
con tu risa, se arremolinan tantas
lágrimas en los ojos si es que lloras
que no puedo atender sino a tu llanto,
ofrecerte mis manos sanadoras
para alejar de ti dolor y espanto.
Y me alejo del sueño si no duermes
y respiro tu aire y tus anhelos
porque tus manos dolientes e inermes
son extensión de mí, tu cuerpo cielo
donde mi cuerpo habita y se sostiene:
si tus manos no vuelan, yo no vuelo.
©Santiago Pérez Merlo
©Santiago Pérez Merlo
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