Desde Despeñaperros

Y de repente el mar

ya no es azul: es 

verde y no danzan las medusas,

aunque danzaran aquí 

cuando la tierra 

era sólo 

una única tierra.

Las piedras ya no ocultan 

erizos ni bivalvos

sino ceniza y versos

camino de Soria 

y de Colliure…

y de la muerte.

El faro es ahora un olmo

que no guía navegantes 

sino estrellas.

Sólo la mirada es 

-y no estamos seguros

de ser siempre nosotros- 

la misma mirada. 

Tiempos muertos

(Está aquí 

ahora 

y de pronto 

ya no es.)


Una aguja 

del reloj 

avanza, dice que sí y la otra 

se para,

indecisa: al tictac 

no le sigue el golpe seco 

del minuto. Y no hay horas.


Se arrancan los días 

y crecen los meses 

en el almanaque; los años

siguen saltando 

                             sin paracaídas.


¿Dónde están esos minutos

y esos días, esos años

en que la vida

pareció detenerse 

pero no estábamos seguros

de haber muerto?