Prométeme
que no vas a llorar el día que me muera
y que no vas a reír el día que resucite
(aunque no creamos en la resurrección):
no es bueno esperar al final
para la risa ni para el llanto.
Prométeme
que la próxima vez
que digas te quiero vas a saber
lo que estás diciendo y que si no lo dices
es porque no lo sientes, no
porque tengas miedo.
Prométeme
que te vas a cuidar
y que has aprendido que tú eres
lo mejor de ti
(aunque suene a panfleto de autoayuda).
Prométeme
que no (te) mientes y que sabes
cumplir con tus promesas.
No como yo -y como el viejo tango-
que no creo ni en mí mismo
y nunca (me) prometo nada.
El poeta puede ser un descreído que no crea ni en sí mismo. La persona que escribe, lo primero y casi único que debe de hacer es creer en ella por encima de todo y quererse mucho, mucho. Porque lo vale. Bonito poema. 👏👏 👏 👏 🌼🌼 🌼
ResponderEliminarSi usté lo dice… habrá que decírselo al “poeta” (?) 😉
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