Me pides un poema: “de madurez -dices-
ahora que rebasas por uno los cincuenta”.
Y nunca supe
escribir por encargo; mucho menos
hablarme sólo a mí (aunque siempre lo haga)
o dedicarme un panegírico o una elegía.
Pero me lo has pedido y no soy capaz
de negarte el capricho porque sé que pasaste
por encima de miedos,
de pasados perdidos y de futuro
incierto de nuevo para ir a prendarte
-diría enamorarte, pero pesa mucho el verbo-
de un poeta.
ahora que rebasas por uno los cincuenta”.
Y nunca supe
escribir por encargo; mucho menos
hablarme sólo a mí (aunque siempre lo haga)
o dedicarme un panegírico o una elegía.
Pero me lo has pedido y no soy capaz
de negarte el capricho porque sé que pasaste
por encima de miedos,
de pasados perdidos y de futuro
incierto de nuevo para ir a prendarte
-diría enamorarte, pero pesa mucho el verbo-
de un poeta.
(Qué tremendo error has cometido).
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