¿Sabes? Las calles de Madrid siguen oliendo
a la misma soledad de siempre.
Y he estado en aquella plaza.
Y he tomado café.
Pero no había bandadas de aves
-ya son pocas las especies que emigran-;
solo palomas.
(No nos llevamos bien las palomas y yo.)
Tampoco hubo reflejos ni vaso de agua:
no tenía sed.
Ninguna mujer tropezó; en ese caso,
la habría socorrido.
Nadie reía. Nadie lloró.
También he visitado otros lugares.
Y he estado atento a muchas otras cosas.
a la misma soledad de siempre.
Y he estado en aquella plaza.
Y he tomado café.
Pero no había bandadas de aves
-ya son pocas las especies que emigran-;
solo palomas.
(No nos llevamos bien las palomas y yo.)
Tampoco hubo reflejos ni vaso de agua:
no tenía sed.
Ninguna mujer tropezó; en ese caso,
la habría socorrido.
Nadie reía. Nadie lloró.
También he visitado otros lugares.
Y he estado atento a muchas otras cosas.
Daré por hecho entonces
que ni has estado ni estuviste aquí…
O que, como sueles,
estabas realmente en todas partes…
O que -y créeme que lo siento-
no me quedan fuerzas ya
para seguir jugando al escondite.
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