“…. después soñé que soñaba.” (Antonio Machado)
No era esta vez ninguna casa extraña.
Era la misma de siempre;
las mismas, más bien,
porque siempre fueron dos y a veces
se confunden las estancias:
aparece una cocina fuera de lugar
o un cajón en un armario que no es suyo.
Pero todo era reconocible, familiar
como un cálido cobijo conocido.
También tú eras la misma
y yo el mismo en la medida
en que no todo lo transforma el tiempo.
Los gestos, las conversaciones,
la postura al sentarse o al dormir,
el café del desayuno,
algunos viejos problemas…
Todo era como siempre.
Quizás es que esta vez
es un recuerdo y no un sueño
lo que me ha confundido.