Por supuesto que hay
muchas mujeres.
Pero ninguna es tú.
Ni siquiera tú eres tú.
Tú eres la idea que yo me hice de ti:
el cuerpo cuya forma
solo era así bajo mis dedos;
el alma que yo sentía
solo era tu alma cuando yo la adivinaba;
la mente que creía conocer,
esa en la que creía penetrar,
era solo la mente que yo imaginé.
Tú eres tú y eres también
el tú que yo inventé
y que quizá no exista.
Por eso no se puede matar ese amor:
no se puede matar lo que no existe.
Pero ninguna es tú.
Ni siquiera tú eres tú.
Tú eres la idea que yo me hice de ti:
el cuerpo cuya forma
solo era así bajo mis dedos;
el alma que yo sentía
solo era tu alma cuando yo la adivinaba;
la mente que creía conocer,
esa en la que creía penetrar,
era solo la mente que yo imaginé.
Tú eres tú y eres también
el tú que yo inventé
y que quizá no exista.
Por eso no se puede matar ese amor:
no se puede matar lo que no existe.
Y tú existes por ti misma:
Tú, que no eres tú… aunque a veces
¡te pareces tanto!
En el fondo amamos nuestro deseo y no aquello que deseamos, decía Nietzsche…
ResponderEliminarComo "retórica", me gusta... pero concuerdo lo justo. Es más, creo que el "milagro" se produce precisamente cuando "lo que deseamos" se hace real... o, al menos, se le parece mucho. Se ve que el pobre Friederich no lo encontró ;)
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