Necrópolis

Triste pero firme,
como el ciprés junto a la tapia
del cementerio abandonado 
donde yacen los muertos 
y lloran los vivos las ausencias. 
Erguido miro al cielo 
aunque no espere señal 
ni del sol ni de la luna 
y presto oído a las aves 
de la primavera mansa 
que como manantial se precipita
hacia otro verano. 
Ninguna voz, ningún trino 
cantan los paisajes que antes conocí.
Ni siquiera un graznido de cuervo o gaviota, 
una melodía de cantor,  
que traigan noticias del jardín aquel
que paseé quizás en otra vida. 
Ninguna ráfaga de viento nuevo 
que agite la tristeza del ciprés.
Todo es solemne, silencioso, frío…
incluso este verano añil que acecha
por encima de los cementerios.

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