Carroña

Acaba de pasar  
una gaviota, un albatros tal vez;
en cualquier caso, 
un ave fuera de lugar:
esto -dicen los libros- es 
monte bajo mediterráneo,
pero no es el mar a pesar del adjetivo. 
Ni es el vertedero o el río turbio
de una gran ciudad. 
Aquí bailan amapolas y flores de jara
en lugar de medusas y delfines.

Al graznar, ha dejado caer un trozo de carroña:
parece un corazón -el mío- 
que se quedó muriendo 
en aquel océano lejano.

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