“Algo cayó sin ruido: fue la tarde,
el maltratado amor, lo que no arde”.
(Ida Vitale)
el maltratado amor, lo que no arde”.
(Ida Vitale)
“Si al menos uno de los dos hubiera muerto”,
le dijo sin temblor en la voz,
sin dudar de sus palabras.
Ella alzó los ojos, algo así como aturdida,
extrañada y expectante; sin llorar.
“Si al menos uno de los dos hubiera muerto
-insistió-,
el otro podría dejarse desgarrar por el dolor,
saber que ese camino no tendría retorno,
recluirse y, tal vez, dejarse ir también
al infinito azul
para no perder la verdadera vida.”
“Por supuesto, no deseo tu muerte.
Ni deseo morir”.
Ella, ahora sí, lloraba.
Porque comprendía.
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