Veo a la gente ir y venir,
presos en sus laberintos:
parten de no se sabe dónde
-ni ellos mismos lo saben-
para llegar a algún sitio
-¿o es el mismo lugar?-
al que no saben si querían ir.
O, por el contrario, eligen un camino recto
y no se apartan de él por más que sepan
que delante sólo hay abismo.
Nadie se permite el lujo de decir
“me equivoqué: de aquí no se puede salir”;
o “me equivoqué: tengo que regresar
por donde he venido… ojalá la chimenea
permanezca encendida”.
presos en sus laberintos:
parten de no se sabe dónde
-ni ellos mismos lo saben-
para llegar a algún sitio
-¿o es el mismo lugar?-
al que no saben si querían ir.
O, por el contrario, eligen un camino recto
y no se apartan de él por más que sepan
que delante sólo hay abismo.
Nadie se permite el lujo de decir
“me equivoqué: de aquí no se puede salir”;
o “me equivoqué: tengo que regresar
por donde he venido… ojalá la chimenea
permanezca encendida”.
Nadie nunca jamás se ha equivocado:
desandar, rectificar… ya no es cosa de sabios.
desandar, rectificar… ya no es cosa de sabios.
(Por cierto, ya no sé si dejé
de perseguir quimeras o,
simplemente, dejé de caminar.)
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