Nuestros nietos no hablarán de nosotros.
Nuestros hijos no les habrán contado
nada de lo que incluso para ellos será
una sombra esquiva de un tiempo
que apenas si recuerdan.
No tendremos una estatua de bronce
en un banco del parque:
nunca fuimos amantes ilustres.
Sólo una historia más, una de tantas
de las que nadie guarda en la memoria.
Quizá, como mucho, encuentren
algún día algún poema,
unos versos que no comprenderán
y olvidarán también
sin saber que ahí, en esas pocas letras,
latieron un día un par de corazones
y se vivieron dos vidas que se creyeron una…
Pero sólo quedaron dos olvidos.
Nuestros hijos no les habrán contado
nada de lo que incluso para ellos será
una sombra esquiva de un tiempo
que apenas si recuerdan.
No tendremos una estatua de bronce
en un banco del parque:
nunca fuimos amantes ilustres.
Sólo una historia más, una de tantas
de las que nadie guarda en la memoria.
Quizá, como mucho, encuentren
algún día algún poema,
unos versos que no comprenderán
y olvidarán también
sin saber que ahí, en esas pocas letras,
latieron un día un par de corazones
y se vivieron dos vidas que se creyeron una…
Pero sólo quedaron dos olvidos.
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