Sólo se oye el crepitar
de los leños en la chimenea.
No hay vecinos, no se escucha
ningún televisor, nada de voces,
ni de música, ni coches: nada.
En el exterior, también las aves
hace tiempo que callaron.
Ni siquiera una leve brisa mece
-haciendo sonar- las hojas
de los árboles cercanos.
Sólo oigo mi voz interior. Y procuro acallarla.
El silencio es tan puro
que me parece oír
la voz de las estrellas, la danza
de la luna menguante.
Creo incluso que
una estrella me ha hablado…
¿Adivinas cuál?
No hay comentarios:
Publicar un comentario