Aunque ya lo sabes, duele.
Aunque tengas -ya lo dijiste, pesado-
un “digno tono de racionalista”,
duele.
Aunque sepas que los sueños
no se cumplen y por eso
los llamamos sueños, duele.
Aunque no eres adivino,
pero tienes
un pequeño puñado de intuiciones,
anticiparse duele.
Aunque creas que la vida
no se va a acabar mañana
-y das gracias-, duele
saber que cada día es
un tiempo que no vuelve.
Aunque oyes las palabras
que quieres oír
(y las que no) y ves
lo que quieres ponerte ante los ojos;
la realidad duele.
Aunque, a pesar de todo,
disfrutas del dolor,
el dolor, lógicamente, duele.
Aunque tengas -ya lo dijiste, pesado-
un “digno tono de racionalista”,
duele.
Aunque sepas que los sueños
no se cumplen y por eso
los llamamos sueños, duele.
Aunque no eres adivino,
pero tienes
un pequeño puñado de intuiciones,
anticiparse duele.
Aunque creas que la vida
no se va a acabar mañana
-y das gracias-, duele
saber que cada día es
un tiempo que no vuelve.
Aunque oyes las palabras
que quieres oír
(y las que no) y ves
lo que quieres ponerte ante los ojos;
la realidad duele.
Aunque, a pesar de todo,
disfrutas del dolor,
el dolor, lógicamente, duele.
No sentir el dolor
dolería infinitamente más.