Sentidos

Conservo el gusto y el olfato,
pero he perdido el sabor y el olor. 
Conservo la vista,
pero he perdido la mirada
de tus ojos. 
Conservo el oído,
pero he perdido el sonido de la voz
que me habla. 
Conservo el tacto,
pero he perdido la piel. 

¿Qué sentido tengo?

Nueva era

Vamos a cambiar el mundo:
se terminó la fiesta vieja 
y una nueva acaba de empezar. 
Vamos a celebrar el silencio,
la soledad, la falta de cariño,
la ausencia de empatía.
Vamos a celebrar 
los ocasos, los fallecimientos
(celebremos que murieron 
porque estuvieron vivos).
Vamos a celebrar la pena, 
la apatía, el hastío. 
Brindemos al sol 
toda la noche 
por lo que tenemos. 
Olvidemos la alegría y los cumpleaños,
los aniversarios, las bodas, el amor...
¿Quién tiene todo eso cada día? 
Celebremos de una vez la tristeza. 
Siempre será festivo. 

Tiempo

La noche me hace decir
lo que habría de callar y la mañana 
me abre la boca que guarda silencio. 
La luna me sonríe con sorna 
y le falta, como en uno de esos dibujos infantiles, 
guiñarme un ojo y decir
“es que eres tonto”. 
El sol engaña con su brillo 
porque no calienta. 
Y una noche sucede a otro día. 
Y, claro, otro día a la noche. 

“Matrioshko”

Ha muerto un hombre y de él 
ha nacido otro
que también ha muerto.
Así, como en una novela de terror,
uno tras otro hasta el infinito.
Cada uno era idéntico al otro
y en todo diferente. 
Todos encerrados 
dentro de su antecesor. 
Sólo el primero conoció la luz. 
La pregunta es
¿qué les mató? ¿por qué murieron? 

Ayeres

Me quedo con ayer.
Mañana no sé si existe y hoy 
ha pasado antes de pronunciarse. 
Ayer hubo presente
y futuro 
-paradójicamente-.
Qué extrañas las palabras 
que tratan de fijar el tiempo.
Porque el tiempo no deja de correr,
nunca está quieto. 
Sólo el amor 
y el miedo
tratan de aguantar las embestidas
de los relojes y los calendarios. 
Pero, ¿lo consiguen? 
¿Cuál de los tres triunfa 
en la maldita lucha sin cuartel?
¿Tiempo? ¿Miedo? ¿Amor?
Sólo la muerte. 

Antes

Espero la hora adecuada 
para llamar aunque nunca 
sepa si tendré respuesta.
Una sonrisa amarga 
asoma a mis labios recordando
poemas de silencio
que abrían puertas 
y hacían saltar cerrojos;
llenaban vacíos 
y ocupaban espacios ya ocupados.
Ese tiempo pasó:
el silencio es silencio y se rompe
-o no- 
lejos de la poesía. 
La poesía no sirve para nada 
cuando no tiene vida. 
Y la vida es una hija de puta
que no sabe leer. 

Espacios

Ya no quiero ocupar
los lugares que no me corresponden. 
Yo no soy el padre ejemplar,
ni el intachable hombre de traje y corbata. 
No soy trabajador ni inteligente. 
Nunca fui la pareja perfecta,
ni el amante atento y cariñoso. Ni siquiera
el amigo fiel que siempre estuvo allí. 
Yo no era como me mirabais
cuando no me veíais. 
Yo soy como tú -y tú y tú, vosotros- 
o incluso peor: 
imperfecto, desubicado, 
el payaso triste; 
generoso y egoísta, 
poeta y zafio a partes iguales,
amoral y recto,
“suicida y homicida”,
ángel (caído), animal humano. 

La única diferencia 
es que yo ya no le miento a los espejos 
en los que antes no me reflejaba. 

Oculto

No las busqué,
pero me he acostumbrado.
La oscuridad me alivia
de la férrea blancura de la luz
que dañaba mis ojos.
La soledad me libera
del ruido ensordecedor 
de la ciega muchedumbre. 
Como un cazador solitario,
un bucanero proscrito
que huye de cada isla
cuando cae la noche,
me muevo entre las sombras.
Aprecio la luna nueva 
por encima de la llena inmisericorde. 
Sólo una estrella lejana me vigila
y también busca el cobijo de las nubes 
cuando alguien se acerca. 
Nadie sabe quién soy. 
Lentamente, incluso yo
me voy olvidando de mí mismo.