Me ha costado pero voy
asimilando tu adiós
y te veo marchar
moviéndote despacio,
el cuerpo acompasado
de los pies al inmortal sombrero,
a medio camino
entre el dandy y el bohemio.
Tu chaqueta gastada y los zapatos
que apenas te sostienen.
Y tu mirada azul por la que escapan
los versos que los ojos capturaron a su vez.
Tu corazón enorme, tu bondad,
-“en el buen sentido de la palabra bueno”-.
Ya te han dicho muchas veces adiós
y te han dado los abrazos que antes te negaron.
El mío me lo guardo.
Ya no te lo daré
porque tú y yo sabemos
que no hay más vida que esta:
esa a la que arrancamos
alguna confidencia, algún poema
y un puñado de risas.
La vida que abandonas,
la muerte que te acoge
y se cala tu sombrero.
La muerte que nos dejas,
la vida un poco menos vida, hoy,
la cabeza desnuda.