Demasiadas películas de magos.
Una golpe de varita y las cosas
vuelven a su ser:
las fotografías recuperan su espacio;
tengo un billete de avión
para dentro de un mes;
el teléfono suena, al menos,
una vez al día;
dos cuerpos desnudos se entrelazan
en el más antiguo de los bailes;
resuenan los “te quiero” en mis oídos...
Pero yo no soy mago
y apenas creo en la magia.
Nadie, eso sí, se libra de las ilusiones
ni del ilusionismo.
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