Como un bucanero de película antigua
conservo con celo
el mapa de la isla
que alberga el más preciado
de todos los tesoros:
tú corazón que late
(si cabe, con más fuerza
cuando yo lo visito).
Ya conozco
de memoria el lugar
marcado por dos aspas y aún así
tengo miedo de perderme.
Después, me voy de nuevo
a recorrer los mares.
Pero regresaré. Siempre regreso.
Mi propio corazón
necesita tu latido.
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