Como sedal de pesca sin anzuelo
se retuerce sobre sí,
se enmaraña y crece, ahoga
y no hay palabra ni verso que libere
lo que abajo, más abajo,
a la altura del pecho, necesita salir.
Pero se abre camino: con dedos hábiles
desata, suelta, desanuda
con paciencia y dedos firmes de redero.
El pez de la verdad nadará libre.
©Santiago Pérez Merlo
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