Autores para niños y para mayores; poetas
para adolescentes, para amas de casa
aburridas de la televisión; rimadores
de rap, cantautores sin música, bardos
profundos y llenos de oscuridad;
entendidos, cursis, zafios, aprendices...
Los que venden mil libros, quienes
vendieron veinte y quien venda cien mil;
los que nunca en su vida
han publicado y tal vez no lo hagan; graffiteros
de muros y vagones; carne de red social,
los poetas de bar y los de biblioteca.
Que ninguno se rinda, que nadie
se compare con el otro:
Siempre hubo bufones en la corte,
poetas silenciosos en patios de convento,
lameculos de palacio, trovadores y cómicos
de la media legua. Siempre hubo
aplausos, monedas de oro, críticos
resentidos, artistas resentidos...
A veces, simplemente, silencio. Y un poema.
Que ninguno se rinda, que nadie
se calle por ello. Por encima del ruido
nos queda -y poco ya nos va quedando-
la palabra.
©Santiago Pérez Merlo