Si siempre vuelvo una vez y otra vez
a la caverna, ¿para qué
me obligáis a salir?
¿Por qué ese empeño en que vea
una luz que nunca veo?
¿Por qué no puedo estar, sin más,
en la semipenumbra
a la que mis pupilas se han acostumbrado?
La luz del sol me ciega.
Y la de la luna a veces me da miedo
-demasiada palidez-.
En mi sombra interior,
esa que se proyecta en la pared
que sólo yo distingo,
mis ojos se acomodan.
Y veo.
©Santiago Pérez Merlo
No hay comentarios:
Publicar un comentario