ni tan siquiera digno
de conmiseración.
Te has creído
algo que nunca fuiste.
Pero el espejo es terco:
el espejo te escupe
tu verdadera imagen
aunque le des la espalda.
Eres un pobre hombre.
Con todas las miserias
de cada pobre hombre
que pasó antes de ti por este mundo.
Por este mismo mundo que tú inventas
y pintas de colores,
de palabras bonitas...
Y sigue siendo gris y estando lleno
de palabras horribles,
como esas verdades
que te escupe el espejo
aunque le des la espalda.
Porque no hay párpados
para los oídos.
Y porque en el fondo de tu alma sabes
que eres poco más que un pobre hombre.
Aunque te creas poeta.
Porque un poeta también
-o sobre todo-
es sólo un pobre hombre.
©Santiago Pérez Merlo