Sólo tengo dos manos y no alcanzan
a hacer todo el trabajo que quisieran:
no levantan las losas que te oprimen,
apenas te sostienen y no avientan
el aire que te falta si te ahogas.
Con la derecha escribo algunos versos
y con la misma tacho y sobreescribo.
Y la izquierda la observa incrédula e hiriente:
sarcasmo de quien ve el trabajo inútil.
No sirven
para tocar un piano, una guitarra...
que te hagan bailar con los ojos cerrados
cuando nadie te ve.
No saben -aunque intentan- modelarte, tallar
el delicado material del que están hechos
los sueños de tu cuerpo.
Pero, ¿sabes?,
me conformo si una de ellas vale
para aliviar tu peso y cargar tu maleta
o secar
la lágrima que rueda en tu mejilla;
poner un sólo dedo
encima de tus labios y que haga brotar
cual varita de mago una sonrisa.
Si me dejas... si te dejas, me conformo
si sirve con tomar en una mía
una sola de tus manos y ayudarte a cruzar
el umbral de tus miedos.
©Santiago Pérez Merlo
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