No es bajo la luz del sol,
ni cuando amanece o anochece
ni cuando brilla con total intensidad;
es por la noche, cuando no se percibe
su silueta en suelos o paredes,
cuando crece la sombra.
Cuando se queda dentro de uno
y se extiende y contamina,
oscurece pensamientos y alegrías (si las hay).
Hasta que de pronto una mirada,
una llamada, un gesto...
la hacen esfumarse y es de día en medio
de la noche cerrada.
©Santiago Pérez Merlo
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