Nunca hay razón suficiente
para la nostalgia.
Ni falta que le hace a la razón
estar presente siempre en todos nuestros actos.
Eso quisiera ella y, sin embargo,
cuántas veces es mejor acallarla.
O no escucharla al menos y prestar atención,
solamente, al latido, al sueño,
a la voz susurrante de la mente dormida
y la pasión despierta, al huracán que vive
escondido en la brisa y tiene miedo...
Ese viejo aliado de la razón, el miedo,
que vestimos de razonables sedas
y viste sólo inconcretos harapos.
©Santiago Pérez Merlo
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