Manchas

Ensuciar el lienzo 
sin mancharse las manos.
Modelar sin llenarse de barro.
Esculpir sin que las limaduras 
arañen el rostro.
Escribir 
sin llenar de sangre el folio.
Mojar la pluma 
en los pliegues del cerebro,
tan grises entre neuronas.
O embarrarse, llenarse 
de inmundicias incluso.
Y sangrar.
Comprobar que estamos vivos.
Y dejar que los muertos 
convivan (extraña paradoja)
con los muertos.

©Santiago Pérez Merlo

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