Hay un espigón a unos pocos metros de la orilla
y las olas que golpean en él, aún furiosas,
no tienen tiempo de rearmarse de nuevo
y vienen a morir sobre la arena
con la resignada muerte del anciano elefante
que busca el cementerio.
Sobre esa misma arena juegan un par de niñas:
levantan torreones, hunden fosos
y sueñan mil historias de princesas
y reinos imposibles
que también morirán en esa orilla,
detenido su impulso
por el rocoso malecón
de la vida inmisericorde.
En el cielo una gaviota
contempla el vuelo absurdo y dirigido
de una bandera roja.
©Santiago Pérez Merlo
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