Tienes miedo y asumes
-aunque a regañadientes-
que el poder del amor
no es suficiente: gana
algunas batallas, pero la guerra
es larga, sostenida, cruenta.
El amor es el arma sonora,
la que se ve venir lanzando sus ataques
o atrincherando en él las almas atacadas
si toca defenderse y llegamos a tiempo.
Porque el miedo es sibilino,
sus balas no hacen ruido y son inteligentes,
persiguen su objetivo, explotan
cuando ya están muy dentro...
Y sin embargo el daño no es irreparable.
La guerra es infinita pero admite
un tratado de paz: solo hay que conocer
(tratar de comprender)
a las dos partes.
©Santiago Pérez Merlo
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