No encontré en el silencio lo que no pude hallar
en las palabras.
Busqué en los huecos blancos de los textos
y en las pausas opacas del discurso.
Traté, estúpida alquimia, de extraer
partículas oscuras de detrás de la luz.
Callé mi propia voz, no dije
nada.
Omití el sol y el mar, omití tus cabellos
y tu rostro. Evité hablar de mí,
del alma que no tengo -o no tenía-.
Silencié sentimientos y pasiones
por ver si así encontraba
cuanto dicen los sabios que hay
en lo que no se nombra.
Y no hallé nada. El silencio
me trajo más silencio y no hubo magia.
Necesito nombrarte y que me nombres.
Escucharte decir y decirte y decirme.
Además de tu silencio que amo,
necesito decirlo y oírlo gritar:
con palabras.
©Santiago Pérez Merlo
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