No me da miedo el bosque
pero desconfío
incluso de las balizas.
Prefiero seguir mis pasos,
trazar la línea recta
y poder regresar...
si es que deseo hacerlo.
No me da miedo la montaña
pero desconfío
de la altura que se mide desde abajo.
No calculo las pendientes
y a veces pareciera
que se aleja la cima cuando ya creías
estarla alcanzando.
No me da miedo el mar
pero desconfío
de corrientes y mareas
y prefiero nadar bordeando la costa
para no perder de vista
a quien, sueño,
me aguarda en la orilla.
Quizás no sea miedo sino amor.
Quizás no debería ser poeta.
Muy bonito, Santiago. Lo he leído en «tu estado» y me ha encantado...
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