Vanidad

Ninguna calle llevará mi nombre.
Ninguna estatua adornará los parques
de mi infancia (y ninguna paloma defecará en ella).
Ningún erudito glosará mi obra
(¿pero he construido algo realmente?).
Nadie más que unos cuantos
familiares y amigos
recordará mi nombre
cuando yo haya muerto.
Y aunque todo ello ocurriera,
si yo no estaré aquí para admirarlo
¿de qué tendría que vanagloriarme?
Admirad mejor ahora, en este instante,
al pobre vanidoso que reclama 

su minuto (efímero) de inmerecida gloria.

©Santiago Pérez Merlo

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