Tinieblas

Por supuesto que amo la luz.
Pero amo también la oscuridad,
lo que me hace daño, porque tengo
una cierta tendencia al masoquismo
-dicen que es consustancial a la poesía-.


Amo el aguijón tal vez
porque me compadezco de la abeja
y aún no sé si también moriré
en el heroico acto en que ella muere.
Pero yo moriría sin honor,
absurdamente envenenado, falto de adrenalina,
mientras ella defiende su colmena.


Amo la oscuridad quizá porque mis ojos
no se acostumbran a la claridad
o ven rayos dañinos donde sólo hay una vela
que se apaga y me devuelve
a la tiniebla en la que otros brillan.


©Santiago Pérez Merlo

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