Tan débil soy a veces
que sólo me sostiene
la fuerza de mi debilidad.
Me hundo porque floto y vuelo
porque tengo los pies
clavados en la tierra.
Es normal, por lo tanto, que apenas un puñado
de locos
comprendan mi delirio.
Los demás, se apartan asustados
o me ignoran sin más y no les culpo.
Es inútil hablar
a gritos a los sordos.
Las gafas que me ponen quienes ven
un mundo de color que yo no veo
sólo consiguen marearme.
©Santiago Pérez Merlo
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