Dicen que saben quien soy: un nombre,
dos apellidos y una dirección
postal, un domicilio.
Un hombre que pasea a un perro
tres veces cada día y que trabaja
en una "oenegé".
Unas cuantas imágenes de mí en las redes sociales,
en álbumes antiguos que una madre
conserva con cariño.
Un hombre que de cuando en cuando escribe
algo parecido a versos o a renglones pequeños.
Incluso hay quien dice haberme visto
en la solapa de un libro de poesía.
Dicen que saben quién soy, que me conocen.
Pero yo sin embargo estoy seguro
de no ser nada de eso, ni siquiera ese hombre
-barba, pelo largo, ojos marrones-
que me mira al otro lado del espejo
cuando no estoy delante.
No, no me conocen porque nada de eso es "yo".
Pero, entonces, ¿quién soy?
¿Y quién tampoco soy?
©Santiago Pérez Merlo
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