Adoro contemplar (o imaginar a veces:
no tengo siempre a mano
la dicha de los ojos)
que duermes hasta tarde
con esa sosegada placidez,
el ronroneo suave, el gesto relajado
y la respiración acompasada.
Yo te observo (o te pienso)
y deseo que no
se prolongue este instante
-soy un poco impaciente, ya lo sabes-
y que abras los ojos y me digas por fin
"Buenos días, mi amor, ¿me das un beso?"
©Santiago Pérez Merlo
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