mientras se está alejando:
quedan espuma y sal y arena removida.
El tronco que se mece junto a la catarata
si no cae siempre está
a punto de caer pero aferrado
a la roca que frena la corriente.
Uno aún no se ha ido
mientras que se despide
y se pone el sombrero, el abrigo
y dice buenas tardes o hasta siempre
pero aún sigue ahí, con la mano
en el pomo y el suspendido paso en el umbral.
Y se vuelve y revisa si está en orden
lo que lleva cargado en la mochila.
Aún no mira al frente.
Ya le falta muy poco pero aún
tiene que terminar la despedida
y salir a la calle y enfrentar
la luz del sol de cara,
con los ojos guiñados si es preciso,
y sentir el calor que hace tiempo
esperan sus mejillas.
©Santiago Pérez Merlo
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