la cara que se descompone
como la de un muñeco de cera
junto al fuego.
Y no poder mirarse de otra forma.
No podemos contemplar ese rostro
como sí contemplamos
por ejemplo las manos,
que también se deshacen...
Después del primer miedo,
asumido que eso y no otra cosa,
la descomposición,
es lo que está pasando
sobreviene
la náusea.
©Santiago Pérez Merlo
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