y en el que tú
apenas si distingues
unos cuantos colores alineados.
La sinfonía sublime que nunca ha vuelto a ser
ejecutada por el más virtuoso de los violinistas.
El poema exquisito que hace
que se salten las lágrimas o pone
la carne de gallina y que tú
lees con la indiferencia de un prospecto...
Pero el mundo no puede estar equivocado.
Tú, que tanta y tan plena (tan dañina)
indulgencia te otorgas
-aunque no pare de crecer la duda-
no puedes ser inmune a la emoción.
Quizá es una coartada,
el antifaz sin ojos en los ojos del ciego.
©Santiago Pérez Merlo
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