más hierro en los zapatos.
Los llenaste de plomo para andar con cautela
por abismos marinos cuyos fondos
resultaron corales, frágiles conchas
que crujen al pisar,
despiadadas morenas que huyen espantadas
ante la imprudente contundencia de tus pasos.
Tú plomaste las botas para no dañar
y además te aprietan, te arrastran y el sudor
ha empañado la escafandra.
Si querías conocer el mar,
deberías haber elegido
ser pez o alga... o mejor
sólo plancton en quien nadie repara.
©Santiago Pérez Merlo
©Santiago Pérez Merlo
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