susurran en la noche del desierto.
En la cumbre nevada de las altas montañas
el viento aúlla o gime o trae rumor de aludes.
En la ciudad ajena a los horarios
un coche cruza a veces la desierta avenida,
los semáforos alertan a la nada
y un borracho discute con su sombra y le arroja
los cartones vacíos de la desesperación.
Sólo aquí, en mi cama, en mi cueva,
en mi cabeza vana, aterida de frío,
es enorme y completo y grita como un loco
entre paredes blancas acolchadas
el silencio.
©Santiago Pérez Merlo
Esa cabeza puede ser todo...menos vana..!!Precioso poema
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