Qué bien trató a sus hijos.
Y a sus padres.
Y escribía tan bien. Qué gran poeta.
Y tan joven, una pena.
Y era tan risueño.
Siempre una sonrisa y una broma.
Aunque estuviera
podrido por dentro,
él siempre se reía. Procurando
que la gente sea feliz... perdón: “fuera”.
Y qué buena persona
(-ya lo has dicho).
Le echaremos de menos.
Una semana, un mes, quince días y medio.
Y tenemos su recuerdo para siempre.
...
Algunas veces,
a uno le dan ganas de estar muerto.
©Santiago Pérez Merlo