Frío

Por supuesto, yo también
podría ser más frío, podría no decir
cada cinco minutos que te quiero
y no buscar tu espalda
ni tu cuello a medianoche
y no hundir la nariz en tu pelo rizado.
Podría cuando menos intentar
pensar en otra cosa
y no echarte de menos cuando llevo
apenas unas horas sin escuchar tu voz.
Podría no imaginar
ni historias de fantasmas
cuando el día se viste de gris
ni cuentos de arco iris y de hadas
cuando me alumbra
la mínima esperanza
de volver a encontrarnos
en aquel aeropuerto
o en aquella casita de juguete
y de libros
que nunca visitamos más que en sueños.
Podría anestesiar las punzadas que siento
cuando hablas con sorna
-te gusta provocarme-
de tus viejos amantes.
Podría, por supuesto que podría:
cuando aprendí a nadar
contracorriente

me enseñaron también a hacerme el muerto.

©Santiago Pérez Merlo

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