Igual que el boxeador lo escupe al llegar al
rincón,
a menudo me harto de las protecciones.
Me aprieta el suspensorio y desearía
recibir las patadas en los huevos
que me quieran dar la vida y sus esbirros.
Los cascos, las gafas protectoras,
los guantes acolchados,
los trajes ignífugos, las máscaras anti gas,
las botas para andar con pies de plomo.
No arañarse, no recibir jamás
el menor daño,
no respirar aires viciados. No quemarse.
Algo así como estar muerto.
©Santiago Pérez Merlo
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