A medida que me
alejo de la orilla olvido
todo lo que
aprendí
en esa tierra
extraña.
He olvidado los
bailes, las costumbres
sociales y el
color
de las cosas que
antaño me importaron.
He olvidado
incluso las palabras,
el idioma, los
contextos, las frases
y me cuesta
distinguir entre las voces
que hace tanto
que no escucho.
Voy olvidándome
de hablar también
porque me
acostumbré al silencio.
Ya ni siquiera
hablo solo:
me conformo con
oírme pensar
por encima de los
gritos
de las aves y del
rumor del océano.
Supongo que
tendré que aprender
otra vez
cuando llegue a
algún lugar…
Pero tal vez
atraque de nuevo en una isla
donde no viva
nadie, donde no necesite
nada de lo
aprendido y no sea necesario
aprender nada.
Una isla
en la que morir
solo.
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