la planicie interminable de tu espalda.
Déjame que te aparte
el pelo de la nuca y que respire
el aire que se esconde allí,
entre tu cuello terso
y la parte de atrás de tus orejas.
Reposaré en esa espalda mi mejilla
y soñaré un instante
que he llegado al país de los sueños.
Soñaré que desciendo
hasta tus corvas y que en ellas
inhalo tu aroma más sincero,
el que no se maquilla casi nunca.
Y subiré despacio hasta la línea
apenas perceptible
que separa tus muslos de tus dunas
y hacia abajo,
hacia donde convergen los oasis
para saciar mi sed así,
al revés, bebiendo
desde justo detrás de la cascada.
Con mi brazo derecho
rodeo tu cadera y busco
mi propia boca y cierro
el círculo perfecto que te encierra
en mi abrazo.
Y te libera.
©Santiago Pérez Merlo
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