Seducción

No la pose ensayada para la incitación:
el vestido justamente escotado,
el perfecto maquillaje y cada pelo
en su sitio preciso;
la mirada estudiada y los gestos medidos
para que todo salga según lo planeado.
Tampoco
el encuentro inesperado,
ni los ramos enormes de flores
o los grandes viajes y las camas
en hoteles de lujo.

Me estremece ese gesto cotidiano
de alzar la camiseta por encima de los hombros
y llevarte después una mano a la espalda
y quitarte el sujetador frente al espejo
en el que yo te miro hacer
mientras me lavo los dientes o me afeito.
Y que aún cada día me sorprenda
es el máximo logro
de esa tontería que otros llaman seducción.

©Santiago Pérez Merlo

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