De acuerdo, no hago planes.
Elimino las fechas, los horarios,
me deshago de las horas, los minutos
que había planificado malgastar
contigo
mirándote a los ojos y sin decir nada.
Elimino asimismo los mapas y las rutas,
los nombres de los bares, las paradas de tren;
exposiciones, fuera, y olvidadas
las sesiones de cines y teatros.
Elimino por supuesto el menú del desayuno:
nada de huevos fritos y zumos de naranja...
Ni un solo plan. Eliminado
todo. Pero, ¿qué hago ahora
con todo lo que había soñado?
©Santiago Pérez Merlo
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