Me muevo en la indefinición
de la mediana edad,
vivo en la medianía de los cuarentones
aunque no haya llegado al patetismo
del coche de dos plazas
y la rubia teñida veinte años más joven;
parece que descubra
-“nunca es tarde…” y otras estupideces-
de pronto que haya vida
más
allá
de las rutinas y de las hipotecas.
Y escribo ahora los versos
que debí haber escrito
cuando tenía ¿qué?
¿veintiséis? ¿treinta años?
Ahora soy mayor
para la nueva ola
-de la poesía o de lo que sea-
y demasiado joven
para las antologías
o para obras completas.
Quizás hace unos años
sí que era momento de escribir
los lacerados versos
de quien no sabe nada
de la vida.
Pero estaba ocupado:
viviendo.
Pues es cierto, nunca es tarde y menos mal q estás escribiendo ahora estos poemas tan buenos. Convertir una reflexión sobre la edad o sobre la vida misma en poema es un don q solo tenéis unos pocos. Aplausos
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