Corazón

El enanito horrible ya ha perdido
la estúpida sonrisa que alguien le pintó.
La adelfa que le daba sombra se ha secado
y ambos componen una tétrica imagen,
decadente jardín de la alegría
de otro tiempo.
La fuente dejó de tener agua el mismo día
que un chirrido cerraba la cancela
y una sombra dejaba tras de sí
recuerdos olvidados en oxidadas latas
y cajas de cartón enmohecido.
En el salón, un cuco asoma apenas
el pico tras la puerta del reloj,
detenido como el tiempo en el preciso instante
de anunciar nadie recuerda ya qué hora.

Pero la puerta está entreabierta y las ventanas,
que apenas si conservan en los marcos
diminutas aristas de cristal,
dejan pasar el aire que refresca las estancias
y ventila los rincones y hace volar el polvo
e impedir que se acumule.

La casa no está en ruinas: tan sólo necesita
una mano de pintura.

©Santiago Pérez Merlo
Bansky

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