Me he buscado en
tus palabras
con afán de
bibliófilo,
pero no me he
encontrado.
Me busqué en las
canciones
que escuchas en
el coche, camino del trabajo,
y en los ciento
cuarenta caracteres
de tus escritos
más circunstanciales.
Me he buscado en
las películas
que has visto una
y mil veces y que vuelven a ti
con la tenacidad
del blanco y negro.
Me busqué en las cortezas
de árboles que
rozas
con esa dualidad
de caricia y descuido
en tus paseos
y en las piedras comunes
que parecen temblar
cuando tú
chapoteas en el cauce del río.
Traté de adivinarme
en los versos que lees
y después
comentamos y en aquella sinfonía
(¿Beethoven,
Schubert, Mahler?)
que escuchábamos
juntos,
pegados por los
cascos
en aquella
terraza del centro
de no sé qué
ciudad.
Me he encontrado
por fin,
acurrucado y sólo
y asustado
en tus silencios;
como el gato amarillo
de Holly en aquel
Desayuno con Diamantes,
esperando que tu
voz
(“¡Gato!, ¡Gato!, ¡Gato!, ¡Gato!, ¡Gato!”)
venga a salvarme.
Muy bueno,Santiago.Refleja un trafondo de soledad, pero está muy bien escrito...amor/desamor???....
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